Cuando
hablamos de formación, lo primero que hay que tener en cuenta es que el
objetivo principal de nuestros entrenamientos es hacer crecer al jugador,
lograr que el niño evolucione futbolísticamente. Esta progresión será el objetivo principal de toda la etapa de formación de cualquier jugador, por encima de los resultados que se obtengan a nivel competitivo, los cuales no hay que olvidar debido a que la competición es un pilar fundamental del aprendizaje.
El objetivo no es aprobar, es aprender. Si el jugador aprende, estaremos cada día más cerca de los buenos resultados.
Nuestro
objetivo principal es formar jugadores inteligentes, jugadores que sepan
comprender el juego, y que por supuesto, dominen al máximo todos los principios
tácticos que requiera la o las posiciones a las que vayamos a orientar su
futuro. Jugadores, en definitiva, que cuando salgan de juveniles tengan un
nivel óptimo en todas sus estructuras: emocionales, socioafectivas,
condicionales, técnicas, tácticas…
En
este proceso de enseñanza-aprendizaje lo más importante es hacer que el jugador
se sienta parte principal de dicho proceso. El jugador no es una herramienta
con la cual vamos a intentar conseguir resultados en forma de victorias, el
jugador es un niño al que debemos enseñar a jugar a fútbol, que debe comprender
qué está haciendo, qué se le está pidiendo y, sobretodo, porqué?
Debemos
crear jugadores capaces de pensar, de decidir, de elegir la mejor opción en
cada momento del juego. No podemos crear jugadores que solo respondan a
nuestras indicaciones, jugadores robot que automaticen todo lo que el
entrenador quiere y que lleguen al punto de necesitar que el entrenador le
indique en cada momento del partido qué tiene que hacer, a quién se la tiene
que dar o qué decisión ha de tomar.
¿Cómo
lograremos esto?
Es
un error común en entrenadores de fútbol base el querer automatizar
prácticamente todas las fases del juego y, especialmente, las fases del juego
ofensivas, donde tenemos el balón.
Son
muchos los entrenadores que automatizan salidas desde atrás mediante movimientos
predefinidos y son más aún los que lo hacen automatizando jugadas de
finalización, que en los partidos pocas veces salen como las habíamos entrenado.
Esto para mí es un error.
Es
un error por varios motivos, el primero es que nos olvidamos de dos fases
esenciales del juego: la transición defensa-ataque y la transición
ataque-defensa. Estos dos momentos del juego son los más importantes y, por
desgracia, son los que más se suelen dejar de lado.
Cualquier
jugada de ataque viene predecida de una recuperación de balón, bien porque el
equipo rival haya finalizado la jugada sin éxito o porque nuestro equipo haya
recuperado el balón. En el primer caso nuestro ataque se inicia desde balón
parado o en manos del portero, lo cual nos permite colocarnos para iniciar el
ataque como habíamos imaginado en nuestros automatismos, aunque se nos olvida
pensar que el rival también va a tener tiempo de colocarse, y muy probablemente
no lo haga como nosotros imaginábamos, y si lo hace, quizá no actúe como
esperábamos, e incluso, en caso de actuar de forma parecida a lo que nosotros
imaginamos cuando entrenamos ese automatismo de salida desde atrás siempre
habrá matices que modificarán las posibilidades de respuesta de nuestros
jugadores. Qué pasa cuando nuestro central recibe del portero y no puede dar el
pase que le habíamos pedido porque esa línea de pase está tapada? Qué ocurre si
nuestros mediocentro y laterales se encuentran cubiertos hombre a hombre y no
son capaces de crear un espacio para recibir? Qué ocurre si lo que habíamos
planeado no es posible de realizar? En este caso, al tener el balón el portero,
aún tendremos suerte de poder golpear arriba y sacar al equipo, pero mi
pregunta es: habíamos entrenado al jugador para que fuera capaz de decidir en
cada situación? O le habíamos entrenado para ejecutar una o varias opciones
predefinidas que finalmente no pudieron realizarse?
Ese es el error, mecanizar
y automatizar sin darle al jugador una formación rica en tomas de decisión, una
formación basada en entrenamientos donde el jugador entrena esa toma de
decisiones y cree en su interior una estructura cognitiva que lo haga capaz de
aplicar lo aprendido en función de lo que va ocurriendo en el juego. Es decir, conseguir que el jugador obtenga un aprendizaje significativo.
Volviendo
a las dos situaciones anteriores, en el segundo caso, si el balón lo hemos
recuperado en juego y debemos iniciar una jugada de ataque, ya sea
contraataque, juego directo o ataque combinativo con temporizaciones, en
cualquier caso, nuestro equipo estará aún colocado en situación defensiva, con
los laterales y extremos cerrados para defender, sin profundidad atrás ni adelante,
y por tanto, con pocas opciones o ninguna, de llevar a cabo esos automatismos
que habíamos entrenado para situaciones de ataque. Estamos en una situación de
transición defensa-ataque y, por desgracia, no la hemos entrenado. Habíamos
entrenado una jugada de finalización partiendo de mediocentros, de centrales o
de laterales, colocados en la posición ideal para realizar una jugada de
ataque, seguramente incluso ya en campo contrario, con todas las facilidades
para llevar a cabo ese automatismo tan bonito que habíamos previsto en nuestra
pizarra. Pero la realidad no era esa, la realidad era que habíamos recuperado
un balón en campo propio, o en centro del campo rival, y no teníamos a nuestros
jugadores colocados para iniciar una jugada de ataque, debíamos temporizar para
adoptar esas posiciones y luego iniciar el ataque, en definitiva, nuestro
jugador debía decidir ya, en ese preciso instante, en esa posición concreta, y
os aseguro que si no habíamos entrenado esa situación de desorden táctico
producida por el ataque rival difícilmente podremos ni si quiera intentar
llevar a cabo esas jugadas predefinidas que habíamos entrenado.
¿Cómo
creamos jugadores inteligentes?
Muchos
estaréis pensando ahora que para ese tipo de situaciones ya hacéis las
conservaciones, los juegos de posesión con comodines o sin ellos, donde se
producen constantemente pérdidas y recuperaciones. Muy bien, pero lo hacéis de
forma estructurada? Lo hacéis con direccionalidad de juego? Es decir, los
jugadores están colocados en base a vuestro sistema de juego? Hay un lugar o
meta a la que llegar y hacia la cual podamos orientar el ataque? O simplemente
están los jugadores repartidos por el cuadrado de juego esperando mantener la
posesión sin más?
Quien
crea que con automatismos de salida de atrás, conservaciones y jugadas de
finalización ya está entrenando todos los momentos del juego es que no se ha
parado a analizar el juego con detenimiento. Las fases de transición
ataque-defensa y defensa-ataque son los momentos más importantes del juego, son
la base de cualquier modelo de juego y, por supuesto, deben ser la base
principal del entrenamiento. Son el nexo entre el ataque del rival y el mío,
entre mi ataque y el del rival, son el juego en plenitud, son las situaciones
constantes que se dan en un partido, y por desgracia no las estamos entrenando,
o al menos no de la forma idónea.
¿Cómo
deberíamos entrenar entonces?
La
metodología de trabajo en fútbol base depende mucho de la edad y categoría de
tus jugadores. Las limitaciones técnicas son un factor determinante de las
posibilidades que tendremos a la hora de orientar el entrenamiento de una forma
u otra.
Es
evidente que, desde los más pequeñitos de la escuela hasta los juveniles, la
metodología de trabajo no será la misma, aunque deberíamos intentar siempre que
tuviera muchos puntos en común. No
voy a profundizar en el tipo de metodología que yo utilizaría en cada categoría,
pero si que hablaré de los pilares básicos en los que ha de basarse el proceso
de entrenamiento.
Tal
y como hemos explicado en todo este documento, lo más importante del proceso de
enseñanza-aprendizaje es que el jugador entienda el juego, que sea capaz de
decidir en milésimas de segundo. Pero no debemos olvidar que sus capacidades
técnicas determinarán en la mayoría de ocasiones el éxito o el fracaso de sus
acciones. Es ahí, donde el jugador ha de ser también inteligente, ha de conocer
sus capacidades y sus defectos, ha de saber cuáles son sus fortalezas y sus
debilidades, para decidir en cada momento qué hacer y qué no intentar.
Un
jugador con un nivel técnico limitado no debería intentar realizar conducciones
largas ni pases complicados. Si es listo tomará una decisión basada en sus
capacidades y no en sus propensiones. Debe saber lucir sus virtudes y disimular
sus defectos, si lo logra en beneficio propio y del equipo será un gran
jugador, un jugador inteligente, sin necesidad de ser un portento técnico ni de
calidad.
Para
que nuestros jugadores sepan actuar de esta forma no podemos inculcarles
situaciones mecanizadas, memorizadas, automatizadas que deban llevar a cabo en
ese momento del partido. Debe tener la libertad para poder decidir, la
capacidad para decidir bien, y por supuesto, debe tener claras cuáles son sus
opciones en ese momento, y eso es, en definitiva, lo que debería enseñarle el
entrenador.
El entrenamiento debe mostrarle al jugador
todas las posibilidades que puede tener en cada momento del juego para que sea
él el que decida cómo actuar. Ahí será donde entre la calidad del entrenamiento
y del entrenador, en su capacidad de darle a cada ejercicio un amplio abanico
de posibilidades abiertas, modificables e imprevisibles, que enriquezcan al
jugador y lo hagan, en definitiva, más inteligente.
Esas
opciones son la base de nuestro modelo de juego, es la esencia de nuestra idea
como entrenadores, es el “qué queremos de nuestro equipo”, es el “cómo queremos
que jueguen nuestros jugadores”, es sin duda alguna lo que marcará nuestro
estilo de juego y nos definirá como entrenadores. Es en lo que debemos de
trabajar cada día, para intentar mejorar nuestro juego y hacer que nuestros
jugadores evolucionen individualmente y en colectivo, por encima de los
resultados.
Para
concluir aprovecho para mandar un mensaje:
“Ganar
ligas jugando al pelotazo es como sacarse una carrera copiando, al final, lo
único que te queda es el título”.
Formemos
jugadores por encima de nuestro palmarés, somos formadores, entrenadores de
fútbol base, es nuestra obligación no caer en el error de priorizar nuestros
resultados sobre el aprendizaje de los niños y jóvenes, para eso ya está el
rendimiento. Hagámosle un favor a nuestros chicos, enseñémosles a amar este
juego.
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